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¿Pueden los cristianos tener demonios?

¿Pueden los cristianos tener demonios?

"Como cristiana me preocupa específicamente una pregunta: ¿Puede un cristiano tener demonios dentro? Lo digo porque he escuchado diversos expositores sobre Guerra Espiritual, y hay quienes hablan de creyentes a quienes les han ministrado liberación; ¿es esto posible? Si es así, ¿qué se puede hacer? Con tanta cosa que escuchamos, realmente no se qué pensar y debo confesar que me encuentro confundida. ¿Me pueden orientar al respecto? Y si alguien está demonizado, ¿qué se hace?"

G.F.J. desde de México, en Centroamérica

Respuesta:

Todos los cristianos somos templo del Espíritu Santo, como anota el apóstol Pablo: “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu los cuales son de Dios” (1 Corintios 17-20).

Aun cuando el tema ha sido objeto de polémica, es evidente que los cristianos pueden llegar a estar bajo demonización, que no es otra cosa que el derecho “legal” que adquiere nuestro adversario Satanás para ejercer influencia y hostigamiento en el creyente.

¿Entendemos demonización como posesión ? No, en eso quiero ser mi claro. Demonización es la influencia que ejercen las fuerzas espirituales de maldad encabezadas por Satanás.

Entre los factores que favorecen este tipo de influencia externa por parte del mundo espiritual de maldad, se cuentan el pecado generacional; el abuso infantil; los pecados sociales tales como la ira, el resentimiento, la rabia, el rechazo y la rebeldía; el pecado sexual; las maldiciones procedentes del mundo espiritual, y las prácticas ocultas.

Emociones descontroladas en la persona

Uno de los principales factores que abren puertas al asedio maléfico de Satanás, lo constituyen las emociones descontroladas de la persona, que podemos relacionar como: ira, resentimiento, rabia, rechazo y rebeldía.

La sicología legitima estos comportamientos y hasta busca explicaciones de su origen. Sin embargo, están asociadas las emociones descontroladas, con influencia de maldad, a las que algunos expertos denominan demonios sociales , las cuales deben ser sometidas a Dios. Es fundamental permitir que Dios trate todas las áreas de nuestra vida, con lo cual, además de cambios, se produce liberación integral.

¿Cómo afectan los pecados sexuales?

Los pecados sexuales son una puerta que se abre al enemigo para que entre a ejercer influencia en las personas, y con particular incidencia, en el cristiano. No podemos olvidar que el sexto es uno de los instintos en cierta manera más poderosos del ser humano.

Satanás toma ventaja de esta situación, igual que de las disfunciones y aberraciones que acrecienta en las personas, muchas de las cuales simplemente son miradas como “debilidades”. ¡Tremendo error! Si nos sentimos fuertes frente a una tentación o situación en la que somos proclives a caer, es necesario fortalecernos en Jesucristo el Señor (Cf. Filipenses 4:13).Es hora de que creyentes que tengan claro que a través de ese medio han abierto puertas al mundo espiritual de maldad, renuncien en el nombre glorioso del Señor Jesucristo, sabiendo que en Él, cuando nos humillamos en Su presencia y marchamos de Su mano, tenemos asegurada la victoria.

¿Qué prácticas ocultistas llevan a la influencia de los demonios?

Cuando vamos a las Escrituras, encontramos que hay maldición, atadura y quedan las puertas abiertas al enemigo, cuando incurrimos en prácticas ocultistas. Podemos enumerar, entre otras: El horóscopo y demás prácticas astrológicas, el tablero ouija, juegos como «Mazmorras y Dragones», participar y aceptar dominio síquico e hipnotismo en procura de sanidad o mejora espiritual, prácticas de percepción extrasensorial, clarividencia, levitación, telequinesia, proyección astral, escritura automática y cosas similares. Aunque algunas de ellas pueden ser puro fraude, muchas inducen la actuación de espíritus malos, ser partícipes en sesiones de espiritismo, creer en la reencarnación o intentos de comunicarse con los muertos.

También merecen especial atención la participación en las religiones orientales y místicas, además de cualquier otra que no sea cristiana, escuchar los grupos de rock duro, ácido, punk u otras clases inmorales y destructivas, y la lectura y prácticas de la

Nueva Era.

En todos los casos, en nuestra condición de cristianos, debemos hacer una renuncia a todo el pasado y prácticas en las que hayamos incurrido, así como deshacernos de todo tipo de objeto que se pueda constituir en una atadura al pasado con el mundo espiritual de maldad.

¿Se transmite influencia demoníaca de generación en generación?

Cuando vamos a las Escrituras encontramos advertencias de Dios para su pueblo en cuanto a las consecuencias que trae a varias generaciones el pecado de los padres, especialmente cuando se rebelaron contra Dios y cayeron en idolatría (Cf. Éxodo 20:5, 6; Deuteronomio 5.9b, 10; 18.9–14).

No obstante, pareciera que el incurrir en practicas de ocultismo o realizar pactos (consagración a los dioses, al diablo o al mal) afecta no solo a quien se involucra sino a sus sucesores y puede tener continuidad en el tiempo.

Cuando se trataba de maldiciones generaciones producto del pecado, apartarse de Dios o servir al mal, eran rotas cuando alguien hacía confesión, renunciaba y pedía perdón a Dios (Nehemías 1.4–9; Jeremías 14.20; Daniel 9.1–21; Jeremías 31.27–30; Lamentaciones 5.7 y Ezequiel 18.1–20)

Lo aconsejable, entonces, es confesar los pecados de nuestro linaje (Nehemías 1.4–9; Jeremías 14.20), sometiéndonos al señorío de Jesucristo. De esta manera el ADN espiritual se ve afectado para bien, sin que Satanás tenga posibilidad de aducir algún “derecho” para afectar la generación presente de una persona, y las futuras.

Las puertas al mal por el abuso a menores

Generalmente las personas que han sido víctimas del abuso infantil pierden credibilidad hacia la figura de autoridad, y además de los efectos traumáticos de la situación que sufrieron, terminan siendo vasos receptores de la maldad que las trasmite quien causó daño físico y emocional a sus vidas.

La Biblia documenta el hecho de que para Dios, los niños son muy valiosos y como tal, tenidos en especial consideración en el Reino de Dios (Mateo 18.1–10; 19.13–15). Por esa razón Satanás les convierte en objetivo de sus ataques. Debemos cuidar sus hijos y los nuestros. Es esencial y prioritario dada su condición de vulnerabilidad e indefensión.

Su debilidad física y emocional obliga que les cuidemos y oremos por ellos no sea que por descuido o negligencia le demos espacio al diablo para que les produzca baja autoestima, resentimiento social, temor, rechazo a Dios y a las figuras representativas de autoridad e incapacidad de confiar en nuestro amado Señor y en las personas.

Hoy día y producto del obrar satánico en nuestra sociedad, se ha popularizado— aunque soterradamente— el abuso ritual satánico (ARS). Mediante prácticas ocultistas, los menores son expuestos a violación, vejámenes físicos y consagraciones al mundo de maldad.

Recientemente las autoridades colombianas pusieron al descubierto a una familia en la Costa Atlántica, que sometía sus hijos a rituales demoníacos, en los que eran acompañados por otros iniciados e iniciadas.

Aunque la parezca extraño, este tipo de prácticas son muy comunes no solo en Latinoamérica sino en los Estados Unidos.

Las maldiciones, ¿ejercen influencia en nuestra vida?

El mundo en el que nos desenvolvemos no está ajeno a la influencia de las maldiciones, que afectan desde el mundo espiritual, la dimensión física. Provienen de Dios (Génesis 3.14, 15, 17–19; Apocalipsis 22.3), de quienes ejercen un ministerio (Génesis 9.25–27; Génesis 27.27, 28¸ Génesis 49.28), de quienes sirven a Satanás o simplemente, proferidas desde el mismo mundo espiritual de maldad. Lo que buscan es liberar una fuerza espiritual negativa contra el objeto, la persona o el lugar maldito.

La Biblia documenta en 202 pasajes y versículos, el concepto de maldición (Deuteronomio 28–30; Números 22–24, entre otros), y específicamente se profieren maldiciones en 143 ocasiones. Dios mismo le da importancia al tema y expresó: «Benditos los que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren» (Números 24.9).

Como creyentes, cortamos en el nombre de Jesucristo, toda influencia de las maldiciones, renunciando a ellas y declarando lo que somos ahora: hijos de Dios llamados a bendición. Una forma eficaz de luchar contra esos ataques, por medio de maldiciones, es bendiciendo, como nos instruye el apóstol Pablo «Bendecid a los que os persiguen, bendecid, y no maldigáis» (Romanos 12.14; Cf. Lucas 23:34). Es importante recordar siempre que debemos caminar en fidelidad a Dios quien nos asegura libertad de todo tipo de maldición.

Es hora de levantarnos

Jesucristo nos llamó a libertad. Él enseñó a sus discípulos y a nosotros hoy: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32)

Pero enfatizo en algo: es fundamental permanecer. Seguir tomados de la mano del Salvador, siempre. Es algo en lo que debemos tener claridad. A través de la oración y el estudio de las Escrituras, nos movemos en Él. No podemos desprendernos de Él.

Cuando abrimos puertas al enemigo, éste toma la ventaja. Es hábil para eso: ha sido desde el principio homicida y padre de mentira, y procura nuestro mal, y no podemos darle ventaja.

Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador hoy es el día para que lo haga. Cuando le abre las puertas de su corazón, comienza el proceso de cambio y transformación que siempre ha anhelado en su vida personal, espiritual y familiar. Reciba hoy a Jesucristo, es la mejor decisión que jamás podrá tomar.

Publicado en: Guerra Espiritual


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